Carta a mi abuelo,
Domingo soleado y cálido. Luminoso, similar a su aura. ¿Caminamos a la feria y comemos ese pastel con jarabe de caña de azúcar? Prometo que no me esconderé entre la gente y el recinto ferial (risas). Ni siquiera se quejan de la larga caminata para llegar a la feria. Hoy llegaré un poco más tarde de la universidad, ¿es demasiado tarde para que seas mi conejillo de indias en los ejercicios de rehabilitación fÃsica? ¿Podemos caminar por la noche hoy y hablar de la vida? Prometo que me comportaré y no me esconderé entre la gente (risas). Hoy es un dÃa clásico, ¿vencerá mi Palmeiras a tus Corintios? ¿Quién ganará el juego?
Por la noche prepararé un rancho vegetariano, puedes venir a casa y reÃrte y decir que falta uno. "pequeño trozo de carne"? Hoy en la clase aprendà algunos signos en LIBRAS, y es increÃble compartir y notar tu interés en aprender a decir, con las manos enrolladas, un "Hola" en el lenguaje de signos. Hoy es el dÃa de San Judas, ¿podremos ir a la iglesia a decir misa? Abuelo, tienes razón, necesito retrasar mis estudios, ¿no? Hace dÃas, aprendà sobre los audÃfonos, recordé tanto de ti tratando de usar tus moldes de oÃdo y los miles de consejos que me diste en este peregrinaje.
Domingo soleado, como el dÃa en que cumpliste tu viaje. Te extraño mucho, pero sé que donde quiera que estés, estás iluminando a todos con tu increÃble energÃa, tu carisma, tu generosidad, los buenos recuerdos, la agradable risa de escuchar, las enseñanzas y el legado que has dejado.
Parece que fue ayer cuando escuché la noticia de su muerte. ¡Qué domingo tan radiante! Similar a tu aura. Hay tantos momentos que me encantarÃa estar compartiendo, recibiendo tu abrazo y escuchando tu risa. En estos dÃas, hubo un clásico de fútbol entre nuestros equipos, pero adivina quién ganó. Su todopoderoso timón. Recordé tus llamadas, las veces que tu equipo ganó a los mÃos y las risas que diste al otro lado del teléfono, con tu voz diciendo: "Tu equipo juega muy mal, ¿eh, Furrequinha?" ¡Qué anhelo! Incluso las veces en que también te llamé los dÃas en que mi equipo venció al tuyo y te reÃste de mà por teléfono. Cuando no lo hacÃas, volvÃas a casa y nos reÃamos juntos.
Te extraño tanto, la falta de nuestros diálogos, de aprender que la vida, asà como el juego, tiene sus altibajos también. Actualmente estamos viviendo un momento de pandemia que nos ha enseñado mucho. Estos han sido dÃas de grandes renuncias y de mirar más dentro de nosotros mismos. DÃas en los que no hemos perdido la esperanza. DÃas en los que todos sus consejos han servido de inspiración.
Cuánto extraño tu forma de ver la vida con tanta sabidurÃa, amor y paciencia. Cuántas enseñanzas he podido aprender a ver después de que te hayas ido. El tiempo pasó y hace exactamente cinco años, en un domingo radiante, he aprendido cada dÃa a recordar siempre su risa, que representa la esperanza de los dÃas más desafiantes e inoportunos y también representa el abrazo en mis dÃas más victoriosos, que todos los dÃas son.
Domingo soleado. Luminoso, similar a su aura. Domingo, no más domingos de dolor. Son domingos de anhelo y amor. Hoy no tenÃas el caldo de caña ni tu presencia aquà fÃsicamente, pero nunca dejaste de estar presente en mi vida.
Aquellos dÃas, pasé por tu casa y recordé que te reÃas en la puerta.
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Mi gran veterano de la vida y abuelo, gratitud por toda la enseñanza y todo lo que fue y sigue siendo. Lo será. AquÃ. Ahora. Siempre. Sol. Esperanza, protección, presencia, energÃa y anhelo en el infinito.
Espero que un dÃa pueda encontrarlo de nuevo y sostenerlo. ¿Quién sabe si incluso enciende la TV el domingo y ve el clásico entre nuestros equipos y cae en la risa?
Te echo de menos, y por favor envÃa un mensaje cuando puedas.
Abrazos en el infinito,
Furreca.